Antes de llegar a ese momento de la caída de Ronda, 1485, que desencadenaría con el uso moderno de la artillería, en tan solo siete años después, el fin de todo el proceso conquistador iniciado por Isabel y Fernando, creemos interesante conocer cómo vivían los rondeños musulmanes en aquellos años y cómo era la convivencia con sus vecinos cristianos del otro lado de la frontera.
Precisamente en aquellos tiempos las tierras de Ronda se encontraban en los confines del islam occidental, en los márgenes de la cristiandad. Muy cerca uno del otro, a veces convivían, vivían o sobrevivían dos dominios dotados de un fuerte contraste, aunque más allá de la existencia de dos entidades políticas bien definidas, castellana y nazarí, se hallaban en contacto dos civilizaciones con una experiencia histórica compartida, de una coexistencia marcada por el conflicto, el rechazo y la negación, pero también, por el intercambio, la fascinación y el enriquecimiento mutuos. A la vez que se va viendo cómo existe un auge expansivo de la cultura cristiana, se observa paralelamente un declive político, que no cultural, del islam andalusí, cuyas relaciones vienen marcadas por las dos derivas que va tomando el proceso conquistador. Aunque el islam cultural, como decimos, tuvo su continuidad después de la anexión del reino granadino, con el fenómeno mudéjar, primero, y morisco, posteriormente.
Todavía hoy el legado andalusí sigue presente en las tierras y poblaciones del antiguo reino de Granada, muy observable aún en Ronda y la Serranía, fruto de una experiencia histórica, a la vez que convulsa, muy fecunda, aunque lo musulmán dejase de ser un fenómeno activo, por la desaparición física de aquella frontera entre ambos mundos contrapuestos, hemos heredado, no obstante, las consecuencias de su existencia. Lo que algunos historiadores llaman con gran acierto una realidad fosilizada y asimilada sin duda por la sociedad andaluza y en nuestro caso serrano-rondeña. Lo musulmán, lo árabe, lo nazarí forma parte de nuestra de identidad, y ahí sigue presente en el urbanismo, en la arquitectura, en el arte, en la artesanía, en la comunicación, en la música, en la gastronomía… y a su vez ese rastro se proyecta en la diáspora andalusí del norte de África.