Nº 121 “MEMORIAS DE RONDA” – La Guerra Civil en Ronda -«El cuadro del horror revolucionario (III)«.
Hemos ido contado en episodios anteriores varios casos tremendos de asesinatos cometidos por las turbas revolucionarias. Entendemos que cualquier muerte violenta tiene una impresionante historia detrás, contar lo ocurrido en cada caso haría este trabajo interminable y realmente duro. Únicamente recogemos aquí hechos que pueden servir de referencia, y que tampoco quiere decir que sean los más significativos, pues todos y cada uno de ellos son igualmente horrendos y absolutamente rechazables.
El 20 de julio son incendiados y saqueados todos los conventos e iglesias de la población, los cuales, por otro lado, ejercían labores asistenciales. La Iglesia del Socorro fue incendiada y destruida casi por completo, sólo se salvó el archivo. Pero a la violencia anticlerical desatada en Ronda le dedicaremos un capítulo aparte.
Por otra parte, la ciudad fue bombardeada intensamente por la aviación del Bando Nacional, antes de ser conquistada. Los rondeños que se quedaban sin hogar se hacinaban en los edificios servibles que Ronda podía ofrecer. La iglesia Mayor fue convertida en el principal centro de refugiados, llena de camas de las casas principales y más lujosas, –aunque en los primeros días de la guerra fue quemado parte del coro, todo el órgano y el retablo de la Reliquia–, insertado en uno de los retablos barrocos colgaba un cartel que decía “Respétese”. Esta iglesia sirvió en ocasiones, al igual que los sótanos de las casas, en refugio antiaéreo, como ocurría también con la Escalera de la Mina de la Casa del Rey Moro, en los que sus habitáculos intermedios ofrecieron buen resguardo ante los bombardeos de la aviación nacional.
El presidente del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Ronda, don Antonio González, es detenido y le conceden de plazo dos horas para que entregue la Entidad y si no, lo tirarían al Tajo. Al poco fue asesinado, al igual que su hermano don Leopoldo González, Vicario de la ciudad. La Caja de Ahorros rondeña sufrió un completo expolio de todas las joyas y objetos empeñados, y por supuesto del efectivo de sus cajas.