Aquellos primeros días de febrero y marzo de 1936, como Gobernador Civil de Almería, no fueron nada agradables para Peinado. Se acordaba de su vida apacible en Ronda y de su familia, que la había dejado allí pues creía que su dimisión acontecería pronto. Los propios partidos integrantes del Frente Popular vivían en una pugna continua para acaparar más poder y debilitar al partido fuerte de la coalición, a la que pertenecía Peinado, Izquierda Republicana. Tuvo que afrontar graves problemas como el restablecimiento en los ayuntamientos de los concejales salidos de 12 de abril de 1931, o nombrar nuevas gestoras; una campaña de de difamación orquestada por los socialistas, que pretenden culminar con una manifestación para que dimitiese; la desastrosa situación social de los trabajadores más humildes, obreros y jornaleros, de paro y miseria. Hasta que llegó el 17 de julio de 1936, cuando comienzan los avatares de la Guerra Civil.